LAS MERCEDES DEL LLANO Y SU HISTORIA.
CARNAVALES EN LAS MERCEDES DEL LLANO.
Edgardo Rafael Malaspina Guerra
1
Los carnavales en Las Mercedes se celebraban con agua
y sustancias nocivas para la salud que estaban prohibidas por las autoridades, y precisamente por esa prohibición se celebraban con bastante agua y muchas
sustancias nocivas para la salud. Los anuncios prohibitivos se hacían con
pancartas y con perifoneo desde una patrulla policial.
2
En los barrios se organizaban verdaderas pandillas
armadas con polvos, cremas y baldes llenos de agua con colorantes, frutas y
huevos podridos. De lejos se divisaban las
bandas provenientes de los diferentes barrios. Eran famosas las patotas de La peñita, La Rochela. Cinco de julio y La
Quinta.
También circulaban camionetas con trullas lanzando
agua a diestra y siniestra, mientras los transeúntes empapados respondían con improperios,
madres de por medio.
3
El campo de batalla se conformaba en la medida que
esos ejércitos de enmascarados se acercaban unos a otros. El encontronazo se iniciaba
con ánimos de alegre celebración, pero terminaba en verdadera trifulca
generadora de heridos y nuevas enemistades. En una ocasión le lanzaron un balde
agua fría a una señora que caminaba tranquilamente por una acera y su muerte
fue instantánea. Los rumores se corrieron: murió porque acababa de planchar y
su cuerpo no soportó los cambios bruscos de temperatura. El médico dijo que el
deceso se produjo por inhibición vagal, algo que los rusos definen como la
conversión de una nimiedad en una enormidad: una mosca transformada en un
elefante. Si sabes que te bañarán con agua fría, no pasa nada porque tu cerebro
está preparado. Pero si te bañan con agua fría repentinamente, el corazón puede
paralizarse. Las sorpresas nunca son buenas.
4
A un anciano, pastor de cabras, le lanzaron una bomba
de agua, previamente colocada en un refrigerador. Llegó a la consulta del
médico manifestando cierto malestar facial y oftálmico. Le diagnosticaron
parálisis de Bell, un eufemismo para decir “cara torcida”. Más tarde aparecieron
en su rostro unas vesículas que llegaban
hasta una de las orejas (decía escuchar
mal). El doctor habló de Síndrome de Ransay
Hunt, o herpes zóster, y para que le entendieran mejor dijo que era una
culebrilla facial. El galeno le hizo una receta, y el viejo pasó por la
farmacia y también por la buhardilla de un brujo, experto en ensalmos con yerba
mora.
5
Las cosas cambiaron con el tiempo. Una vez vi a unos
amigos celebrando el carnaval en círculo cerrado. Eran siete y cada uno compraba
una botella de whisky cada vez que se agotaba el licor. Contaban historias de la infancia, compartían bocadillos y jugaban con agua entre ellos, por
prudencia. No se sabe cómo reacciona un desconocido. Luego fueron a un bar “familiar”
con música estridente, ríos de agua en los pisos y bailes de arrabal.
6
Esta manera desmesurada de celebrar los carnavales era
una tradición en todo el país. Eso se desprende de un cuento de Rómulo Gallegos
de 1919, llamado “El crepúsculo del diablo”, donde se habla de riñas con palos
y piedras entre las cuadrillas del diablo y un payaso. La camorra terminó con
la derrota del diablo que perdió hasta los cachos de chivo que adornaban su
cabeza. Esto sucedió en Caracas. Y como
sabemos, la provincia sigue el ejemplo que Caracas dio.
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