LAS MERCEDES DEL LLANO: MÁS DE UN SIGLO DE HISTORIA

LAS MERCEDES DEL LLANO: MÁS DE UN SIGLO DE HISTORIA
LIBRO DE EDGARDO MALASPINA.




LAS MERCEDES DEL LLANO Y SU HISTORIA

LAS MERCEDES DEL LLANO Y SU HISTORIA
2014

miércoles, 24 de junio de 2009

MURIÓ EL POETA JOSÉ BARRETO











CRÓNICAS DE LAS MERCEDES DEL LLANO
RÉQUIEM POR JOSÉ BARRETO, UN GRAN MERCEDENSE
Por: Edgardo Malaspina

La partida de José Barreto me ha conmovido .He libado. He escuchado a Mozart. He leído a Letamendi. Y no lo voy a ocultar: he llorado mucho. Con el vino celebré al eximio poeta que fue Barreto, quien con sus versos cantó a las alegrías y tristezas cotidianas de la existencia. Mozart me consoló con su misa inconclusa para los difuntos; y el sabio médico español me recordó que la muerte es para filosofar. José Barreto llegó a Las Mercedes del Llano en la década de los setenta del siglo XX proveniente del Oriente del país y se quedó para siempre con nosotros. Personaje inquieto y andariego, tal vez dijo como Don Simón Rodríguez “que él no nació para estar en solo sitio cual los árboles, sino para moverse de un lado a otro como las nubes”. En ese sentido pudo haber pertenecido en la Antigüedad a los peripatéticos de Aristóteles, esos pensadores que estudiaban la naturaleza de las cosas al mismo tiempo que caminaban.

Barreto fue un poeta y escritor de alto vuelo; un filósofo de esquina y aceras como Sócrates; un crítico literario de rápidos análisis; un lector empedernido; un aventurero como El Quijote; un serenatero al estilo de los juglares de los viejos tiempos que componía sus propias canciones, les ponía música y con su guitarra las echaba en los ventanales de los pueblos para que no fuera el viento quien las abrigara, sino el cálido pecho de cualquier Dulcinea...

En las noches mercedenses solíamos reunirnos en los bancos de la plaza, en la avenida o en cualquier sitio sentados en el suelo. Hacíamos certámenes poéticos que consistían en recitar de memoria versos de bardos conocidos. Andrés Eloy Blanco era uno de nuestros preferidos. Barreto empezaba:

Ya pasaste por mi casa,
a flor de ti la sonrisa
fuiste un ensueño en la gasa,
fuiste una gasa en la brisa

Y yo continuaba:

Te vi flotar en la bruma
que tu blancura aureola
como un boceto de espuma
sobre un pedestal de ola.

Y así seguíamos con Las Coplas del amor viajero...

Otro ejercicio lírico consistía en escribir estrofas rimadas a dos manos. Una vez decidimos referirnos poéticamente al problema del hambre en algunos países subdesarrollados. Yo lancé el primer verso, seguido por el de Barreto, y así hasta completar el cuarteto:

Ya la tierra no produce el fruto y el pan divino
El hombre sólo comulga con una copa de vino
Echamos la culpa a Dios de nuestras imperfecciones
Y esperamos que del cielo nos manden las soluciones.

Con Barreto muchas veces visité en automóviles campos y pueblos en sus labores comerciales, pero también en caminatas por los montes y sabanas. En una ocasión emprendimos una de esos paseos con varios amigos. Nos deteníamos en algún caño para beber agua, descansar y contemplar los paisajes maravillosos del llano. Tal vez en medio del silencio armonizado por el canto de un ave, dijo: “los humanos no encajamos en este cuadro de la naturaleza, estamos demás”. Ese razonar filosófico lo llevó hasta la poesía, y cuyo ejemplo más palmario es su poema Camposanto, impregnado de una atmósfera existencialista:

Con vacilante paso me detuve
ante la misteriosa verja que separa
el humano sentir de la materia
de la cruel realidad que nos depara.

Yace allí la opulencia y la pobreza:
es morada del mal y la virtud;
es el punto final con que tropieza
el humano saber, toda inquietud.

Es la inviolable ley que determina
la búsqueda infructuosa del intruso,
el dogma natural donde declina
la soberbia impotente del iluso.


Barreto siempre se dedicó a la escritura, pero casi todos sus trabajos se perdieron como consecuencia de sus andanzas. Hoy me siento orgulloso de haber publicado parte de su prosa y de su poesía. El relato Candelaria Acosta y el indio Merecure, hilvanado con magistral agilidad y suspenso, puede ser entendido como una excelente crónica nativista que refleja la interrelación dialéctica de las razas. Con respecto a los poemas diremos que su musicalidad los convierte en verdaderas canciones hermosas. Hace algunos días se comunicó conmigo para reiterarme su amistad y aprecio. Ahora, apesadumbrado pos su adiós eterno, le manifiesto iguales sentimientos ante su tumba.
El gran filósofo de Estagira decía que la poesía tiene más verdad que la historia. Por eso termino con un verso que en 1977 le dediqué a José Barreto:

El mismo que en Las Mercedes cantos compone a la luna
y en ese pueblo aventura por el llano y su confín
Quijote sin Rocinante que partió desde su cuna
en el canal del ensueño: la ciudad de Maturín.






(NOTA: JOSÉ BARRETO MURIÓ EN CARACAS, EL MARTES,23 DE JUNIO DE 2009.A LAS TRES DE LA TARDE ,DE UN INFARTO FULMINANTE AL MIOCARDIO)

CINE EN LAS MERCEDES


miércoles, 10 de junio de 2009

ANGEL EDUARDO ACEVEDO, EL POETA DE GARCITA

EL POETA ANGEL EDUARDO ACEVEDO


CRÓNICAS DE LAS MERCEDES DEL LLANO

Por: Edgardo Malaspina


ANGEL EDUARDO ACEVEDO, EL POETA DE GARCITA

“No es lo mismo haber nacido a orillas del Sena que en la confluencia del Apurito con el Guariquito”. Eso afirmó Jesús Sanoja Hernández cuando prologó un libro de Ángel Eduardo Acevedo, el poeta de Garcita. Luego, JSH establece una relación muy íntima entre la obra poética de Acevedo y su lar nativo, donde tiene enterrado ombligo y alma, como si estuviese amarrado al botalón de la infancia. Partió de Garcita y se hizo “itinerante, caminante, pero no viajero, incursionista mas no excursionista”. Físicamente, lo define pálido y espigado, con inexpresivo rostro cruzando los pasillos de la Facultad de Humanidades de la UCV, “en medio de rigores silenciarios, vastos recogimientos que en audición del mundo economizaba la palabra para dotarla del poder de la poesía. Iba y venía becerrero…”
Luis Alberto Crespo recuerda la procedencia fluvial de Acevedo, entre el Apurito y el Merecurito “cuyas aguas no consiguen refrenar las furias del verano”. Recuerda también su canto, lleno de “pasión por el aguacero regañado por los incendios, desde Garcita a La Culebra”.

AEA se inició en el mundo de las letras en El Guariqueñito en San Juan de los Morros, junto Valera Mora y Adolfo Rodríguez. Estudió literatura en la UCV. Participó en círculos literarios como Tabla Redonda (1959). Colaboró con las revistas Letra Roja (1963), Sol Cuello Cortado (1963) y en el papel literario de El Nacional. En 1964 obtuvo el premio de la Asociación de Estudiantes de Letras. Luego recibió el premio de Poesía Latinoamericana de la revista Imagen. Entre sus libros tenemos: Papelera, Rústico, Mont Everest , y Baladas y Romances.

Acevedo es poeta que reafirma su vocación a través de sentencias lapidarias:
-La poesía es sencillo estremecimiento hacia el espíritu, la vibración que sube al agitarse nuestros monstruos bestiales y angelicos, de aquí que la materia poética es patrimonio de todos los hombres…
-La vida es eso que aspiramos, el cumplimiento de los ideales. El mundo es esto en que se nos ha convertido la vida.
-Cuando era la naturaleza silenciosa, la callada energía era la vida.
-Queríamos, a partir de la palabra, dar comienzo a la organizada, comulgante, exacta vida del hombre.
-…Donde empieza el mundo termina la esperanza secular de la vida, cuyo curso, entonces se vuelve calvario…
-Cuando los hombres aseveran que el mundo ha sido creado por Dios es para utilizarlo contra la vida…
-La guerra significa, con estruendo, la enajenación. Y enajenación es andar bajo la entera servidumbre, bajo el totalitarismo…
Arte y amor son al final uno, vasija y esencia de la vida ideal, que a estas alturas se llamará anhelo de espíritu…

martes, 2 de junio de 2009

VICENTE CISNEROS, EL CUBANO.


CRÓNICAS DE LAS MERCEDES DEL LLANO

Por: Edgardo Malaspina

VICENTE CISNEROS

A Vicente Cisneros (28.10.1910), en Las Mercedes, pocos lo llamaban por su nombre propio. Cariñosamente todos le decían simplemente El cubano. Era mayaricero, es decir del pueblo Mayarí, uno de los 169 municipios de Cuba, fundado en honor a San Gregorio, por allá en 1757, y el cual es caracterizado en cualquier tratado de geografía como un territorio de contrastes y bellezas naturales; hermosos valles, altos cerros; elevadas temperaturas en el llano y muy frescas en las montañas; playas de fina arena y aguas azules, muchas casi vírgenes; extensos humedales; grandes parques naturales; siembras de tabaco, palmeras ;y minas de hierro. Una anécdota sobre el hierro es proverbial en su ciudad natal: cuando Fidel Castro tenía sólo 12 años de edad le envió una carta al presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosvelt, en la cual le propuso hierro para sus barcos de los grandes yacimientos de Mayarí. El ambiente siderúrgico en una región rodeada de playas influye sobre Vicente Cisneros de la manera más directa y ostensible a la hora de definir su destino vocacional: se convertirá en soldador submarino. Con esa profesión llegó a Puerto La Cruz en 1947. Ingresa a la petrolera y establece lazos familiares con Doña Amelia Vásquez. De esa unión nacen Roberto Vicente, Luis Miguel y Caridad Coromoto. Orlando José Vásquez, militar retirado con el grado de Maestro Técnico Supervisor, es su hijo adoptivo. En Las Mercedes de los años cincuenta, en pleno auge petrolero, por la calle Ribas, Doña Ramona de González tenía una pensión. Allí se instaló Vicente, mientras laboraba en Roblecito. Al año siguiente su familia lo acompaña. Casas de Saturnino Dale y Enrique Hernández le sirven de aposentos. Es padre bondadoso, trabajador incansable que prospera en su propio taller, y hacedor de amigos. En los ratos de ocio se dedica a los gallos de lidia, como buen cubano. Ejemplares suyos como El Buitre y El Guayacán probaron suerte y espuelas en la famosa barrera del Matapalo. El 2 de junio de 1994 se marchó para siempre, quien una vez cruzó la mar para construir en Las Mercedes sus sueños, su morada , su hogar y su familia. Forjó su camino con voluntad firme y manos fuertes. Forjó también el hierro con arte y maestría en ventanales del pueblo que aún exhiben su belleza, en corrales de innumerables fincas, y en la manga de coleo Francisco J Carballo, antaño catalogada como una de las mejores del país.