LAS MERCEDES DEL LLANO: MÁS DE UN SIGLO DE HISTORIA

LAS MERCEDES DEL LLANO: MÁS DE UN SIGLO DE HISTORIA
LIBRO DE EDGARDO MALASPINA.




LAS MERCEDES DEL LLANO Y SU HISTORIA

LAS MERCEDES DEL LLANO Y SU HISTORIA
2014

domingo, 19 de junio de 2016

EL POETA FELIPE RODRÍGUEZ

EL POETA  Y PINTOR FELIPE RODRIGUEZ O LA EPILESIA COMO UNA OPORTUNIDAD PARA EL ARTE



Edgardo Malaspina
 Conocí a Felipe Rodriguez hace muchos a atrás en las calles de San Juan. Yo estudiaba en el Liceo Juan Germán Roscio y Felipe me comunicó que estaba  en campaña para que nuestra  capital adquiriera la jerarquía de ciudad universitaria. Vestido de campesino, cargado de libros hasta más no poder, pronunciaba una retahíla de versos a favor de la creación de una casa de estudios universitarios genuinamente sanjuanera. Desde entonces cada vez que lo veo no puedo evitar asociarlo al alma mater galleguiana.
 Felipe , nacido en Las Mercedes del Llano, es un artista a tiempo completo. Su radio de acción es amplio: es cronista cada vez que reseña la vida de algún personaje regional o nacional; es poeta con muchos libros publicados; es un gran recitador de versos propios y ajenos y su presencia en los actos culturales es garantía de que la velada estará animada con su muy fino humor pueblerino; y es  catalogado por los entendidos en la materia como uno de los pintores ingenuos más destacados del país. Pero además es un gran contertulio, de esos que emiten su opinión sobre cualquier tema del acontecer nacional sin pensarlo dos veces, porque su alma pura no da para recelos, malicias y cálculos : él es su palabra.
Felipe me entrega un poemario inédito. Lo leo y lo releo. Trata de muchos personajes: poetas, escritores , historiadores y médicos. Allí están Pedro Berroeta, Armas Chitty, Argenis Rodriguez y el sabio Torrealba. Por sólo nombrar algunos. Pero estos versos de Felipe no se pueden leer sin hablar de algunos aspectos médicos asociados a su persona. Su poesía no se puede ubicar en el contexto de las clasificaciones aceptadas para analizar los textos líricos en general.Tomemos como ejemplo las siguientes estrofas:

Por José Francisco Torrealba
descubierto lo es inmortal
le produce el mal de chagas
el chipo fatal animal.
él es científico bolivariano
de Santa María de Ipire
escritor sabio venezolano
del Guárico  al mundo vive.

Toda la obra poética de Felipe está enmarcada en ese estilo. Allí no sobra nada, pero tampoco falta. Esa es su manera de ver el mundo. Aceptarla tal cual es  la mejor forma de entender su  alma, su corazón y su cerebro. Felipe ve las cosas así. Su mundivisión peculiar es producto de su condición  de paciente epiléptico. Condición que no merma en nada sus facultades intelectuales. Muy por el contrario, las refuerza. Recordemos a hombres epilépticos que dejaron honda huella en la Historia: Sócrates (muy citado por Felipe, por cierto. ¿Por qué será?) , el más humano de los hombres, trazó los límites de nuestros actos con sus preceptos éticos. Alejandro Magno no tiene parangón en el ámbito militar. César marcó a todos los gobernantes del mundo. San Pablo difundió la obra de Cristo sin detenerse ante los obstáculos. Juana de Arco le dio valor a todo un pueblo. Moliere revolucionó el teatro. Napoleón cambió el mapa de Europa. Byron deslumbró con sus versos. Helmholtz , físico y médico, inventó instrumentos, como el oftalmoscopio, que iluminaron el camino a seguir en la medicina apoyándose en aparatos para buscar la enfermedad. Flaubert nos dejó una novelística inmortal. Dostoyevski esperaba un ataque epiléptico para inspirarse y escribir sus novelas e indagar en la psicología humana. Van Gogh pintaba mejor en pleno trance epiléptico, igual que nuestro Reverón. Pedro I  trazaba sus planes para engrandecer a Rusia entre ataques epilépticos. José Antonio Páez también era epiléptico y eso no le impidió ganar batallas, ser presidente de Venezuela, escribir su autobiografía, aprender idiomas, pintar,  tocar el piano, componer música y cantar.
La obra poética   de Felipe Rodriguez exige que se le analice sin superficialidades  porque ella está en el límite de la literatura y la medicina, una frontera demasiado amplia  y   complicada  pero  muy atractiva para ser investigada.


sábado, 11 de junio de 2016

DOÑA YOLE

CRÓNICAS DE LAS MERCEDES DEL LLANO
DOÑA YOLE Y LA PRIMERA LIBRERÍA DEL PUEBLO
 Edgardo Malaspina
 
 Andrea Paladio , el célebre arquitecto italiano del Renacimiento, desarrolló su actividad Construyendo  hermosos templos y palacios en su ciudad natal, Vicenza; hecho cultural por el cual  la UNESCO la  declaró Patrimonio de la Humanidad. Precisamente en Vicenza nació una mercedense  que todos recordamos con cariño:  Yole Cogno Poletto (24.11.1912-3.03.2000). Juan Bosco, un santo famoso por defender a los niños desvalidos y fundador de una congregación religiosa, hizo sus estudios en Chieri, una ciudad que apareció desde la propia  prehistoria. 

En Chieri nació  Vincenzo Molino Grandi ( 3.11.1915-1988), esposo de Yole. Doña Yole, como todos la llamábamos, y  Vincenzo emigraron  a  Lausana  (Suiza) en 1946. Los países participantes en la segunda guerra mundial estaban devastados y su gente marchaba a otros lugares en busca de paz y trabajo. Ella, contadora de profesión; él, albañil, se mantienen en tierras suizas hasta 1949, cuando llegan a Venezuela por la Guaira. Caracas y Puerto La Cruz son destinos efímeros; Las Mercedes del Llano es un escenario más atractivo por lo del petróleo. Llegaron al pueblo en 1950;  y en 1963 Doña Yole  abre una librería , la cual llevaba su propio nombre. Estaba ubicada al suroeste de la  Plaza Bolívar, en el sitio que una vez ocupó la primera casa mercedense de tejas, denominada “Casa Marquera”.

Desde los  doce años yo solía visitar ese recinto de libros, papeles y lápices. Dos viejitos atendían amablemente a la clientela. Varias veces noté como un texto deteriorado, por arte y magia de la encuadernación, se convertía en una obra nueva. Una vez pregunté por un tomo preciosamente empastado. Tenía unos jinetes en la portada. “Es un libro de aventuras. Muy bueno. Te encantará. Vale cinco”, dijo  Doña Yole, y me lo dio para hojearlo. Por varias veces  me acerqué a  la tienda para observar el libro en el estante. Aún no reunía el dinero. Un día Doña Yole me dijo: sé que vienes por el libro, ¿cuánto tienes? Tres, contesté tímidamente. Llévatelo, fue la respuesta. Desde entonces colecciono ejemplares de El Quijote.

Con el tiempo, Doña Yole se convirtió en mi paciente. Luego  de la consulta disfrutaba de su conversación y de su reconfortante café con grappa. Me hablaba de la importancia de la disciplina para triunfar en el trabajo y de la fuerza espiritual que proporciona el hogar para vencer las dificultades. En el frente de su casa estaba escrito como lema esa convicción de la vida: “La mia casa puó sostitoire il mondo, pero il mondo non puó sostituire la mia casa.”
Doña Yole profesaba la certeza mediterránea  sobre las dietas y el ejercicio físico para conservar la salud, con una pizca de suspicacia hacia la medicina. Reiteradamente me hizo el siguiente relato: un hombre vivía y trabajaba  en el campo, y cada vez que sentía un malestar se dirigía al pueblo más cercano, situado a varios kilómetros de distancia. El largo viaje en busca del médico lo hacía a pie; pero el galeno nunca estaba y entonces el pobre campesino regresaba a su casa sin receta ni medicamentos. Como no había trabajado no tenía mucho que comer. La situación se repetía cada vez que el hombre creía amenazada su salud. El labrador murió en la profunda vejez. En conclusión: nunca lo vio un médico, hizo ejercicios y  comió poco; pero vivió bastante.

Tal vez la observancia del antiguo precepto higienista  grecorromano hizo que Doña Yole llegara casi a los noventa con memoria lúcida y parlamento ingenioso.