PLATOS DE LA CUARESMA EN LAS MERCEDES DEL LLANO.
Edgardo Rafael Malaspina Guerra.
1
El plato fundamental de la Semana Santa de nuestra
infancia en Las Mercedes era el pastel de morrocoy que preparaba nuestra madre
con especial esmero.
En el solar de la casa siempre teníamos morrocoyes de
todos los tamaños. En la casa de papá, cerca de su negocio, había un criadero
de morrocoyes, allí donde estaban unas gallinas ponedoras. Para nosotros el
nacimiento de un morrocoy era un espectáculo mágico: verlos emerger de la
tierra con sus frágiles revestimientos anatómicos era un verdadero acto mágico.
Luego contábamos sus pintas y los volteábamos para determinar sus sexos por la
forma de su caparazón en su parte interna.
2
Recuerdo que sacrificar un morrocoy era una tarea muy
dura. Al
tío Nemesio lo vimos en esas labores. Luego venía un señor, cuyo nombre no
recuerdo, pero que para mis adentros llamaba “matamorrocoy”. Nosotros mismos, de
alguna manera, éramos parte de la comitiva para matar al morrocoy.
3
Del
pastel de morrocoy, donde se mezclan sabores dulces y salados, podemos decir lo
mismo que decía Arturo Uslar Pietri sobre la hayaca: Sus condimentos son tan
variados que es un compendio de historias y geografía. Cada componente fue
traído de algún lugar remoto en un tramo cronológico determinado.
4
Los
otros platillos eran verdaderas golosinas: arroz con leche y arroz con coco. La
abuela Matilde le echaba papelón a estos manjares, y entonces adquirían un
color amarillento. Se podían comer calientes, pero también fríos, como comíamos
la mazamorra: por pedazos, como se comen las tortas.
5
El
carato de maíz era la bebida de aquellos tiempos de Cuaresma. El carato que
hacía la abuela Matilde se fermentaba, con el paso del tiempo; entonces
adquiría característica de bebida alcohólica. Así, tal vez, preparaban la
chicha nuestros indios para echarse los tragos en sus fiestas.
6
Luisa
me ha recordado dos platillos. Los
buñuelos que hacía nuestra madre con yuca, y que al combinarse con jugo
espeso de papelón, se tornaba deliciosamente dulce.
El
dulce de ciruela colocado sobre el arroz con leche no tiene comparación en
materia de gustos culinarios.
7
Natalia
llegó a preparar comidas típicas de Semana Santa con babo, al que todo el
tiempo llamaba”cocodrilo”. También hizo platos con caripatua, una tortuga de
aspecto fantasmal.
En
Las Mercedes vivía un señor que algunos llamaban “El Apureño”; otros, “El
Chicharronero”. Colocaba su mercancía en
una bicicleta de reparto, tenía sombrero de cogollo y vestía unos pantalones
arremangados que hacía resaltar sus alpargatas de suela de cuero. Cargaba todo
el tiempo una vara (vera) de las llamadas “pardillo”. En las fiestas patronales,
el Apureño bailaba joropo con todos sus aperos que lo identificaban como
genuino llanero.
Una
vez vi al Apureño en Aguaro fungiendo de pescador. Le pregunté por qué los otros
pescadores desechaban las caripatuas, y
me dijo:
—Porque
no saben que son sabrosas. Son feas por fuera, pero tienen carne de pollo por
dentro.
Fue
así cómo me traje una caipatua de Aguaro.
8
Las
cosas han cambiado. Los morrocoyes están en vías de extinción; además de que la
gente no quiere someterlos a un doloroso sacrificio. Los pasteles de pescado se
imponen como un plato muy sano, muy sabroso y muy familiar.
9
La
preparación de una comida con la participación de toda la familia es un acto
muy religioso. Así lo entendían los personajes bíblicos cuando se reunían para
compartir el pan y el vino, y mantener una conversación desde lo más hondo del
espíritu.
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