LAS MERCEDES DEL LLANO: MÁS DE UN SIGLO DE HISTORIA

LAS MERCEDES DEL LLANO: MÁS DE UN SIGLO DE HISTORIA
LIBRO DE EDGARDO MALASPINA.




LAS MERCEDES DEL LLANO Y SU HISTORIA

LAS MERCEDES DEL LLANO Y SU HISTORIA
2014

viernes, 18 de abril de 2025

EN AGUARO Y AGUA BLANCA.

 

LAS MERCEDES DEL LLANO Y SU HISTORIA.

 

EN AGUARO Y AGUA BLANCA.

Edgardo Rafael Malaspina Guerra.


 

 

1

La Semana Santa es tiempo para el ayuno, las reflexiones, meditaciones filosóficas y las purificaciones a través de la oración y los actos compasivos como las limosnas. El ejemplo nos lo dio Cristo con su retiro de cuarenta días en el desierto.

Los humanos, de tiempo en tiempo, queremos compartir y compenetrarnos con naturaleza. Queremos regresar allá, donde una vez estuvimos, como quien quiere volver a su casa. Ya sea porque Dios nos creó en un jardín, o porque en una selva, un animal, parecido al mono, se transformó en lo que ahora somos.

Estos impulsos por hacer retiros en un bosque a la orilla del mar o  de un río se deben a que todas las personas compartimos una misma historia desde tiempos inmemoriales. El psiquiatra Carl Jung llamó ese fenómeno “el  inconsciente colectivo”: por ejemplo, soñamos que nos caemos, porque alguna vez estuvimos saltando de una rama a otra.

2

Los retiros de los mercedenses (aunque no tan espirituales) eran y son todavía Aguaro y Agua Blanca.

3

El Aguaro, junto a otros ríos, conforman uno de los parques más grandes del país. Tiene importancia turística por sus bellos paisajes. Tiene también importancia científica por lo variado de su flora y fauna. Los ríos que lo cruzan son el Mocapra, el San José, el Bartola, el Faltriquera, el Aguaro y  el Guariquito que los recolecta a todos para desembocar en el Orinoco.

Colgábamos nuestros chinchorros a las orillas del río.  Los días eran soleados, las aguas eran nuestro refugio para soportar el calor. Aunque alguna vez nos cayó un palo de agua.

Una vez hicimos campamento era una explanada poblada de árboles en cuyas ramas gruesas colgamos los chinchorros.

Las noches eran misteriosas por los aullidos incesantes de monos,  los cantos de aves por encima de nosotros, pero también provenientes de la oscura lejanía.

Las aguas del Aguaro se movían mansamente y su tranquilidad solo la interrumpían los saltos de los peces.

Una noche hubo un alboroto: sobre alguien cayó una culebra, sin mayores consecuencias que la del susto mismo.

4

Una mañana, muy temprano, uno de nuestros compañeros de excursión, se levantó, descolgó su chinchorro, recogió su morral y salió hacia la carretera.

—¿Qué pasa, a dónde vas?, indagamos.

—Soñé que me había ahogado. Me voy a casa ¡La pinga!

Hay gente que cree, a pies juntillas, en la premonición de ciertos sueños. Los seguidores de la psiquiatría analítica lo llaman “sincronicidad”: el Universo envía señales que es mejor tomar en cuenta. ¡Por si acaso!

5

Agua Blanca, el otro destino durante la Semana Santa, era muy distinto a Aguaro, pero también muy agradable, por sus aguas transparentes y su poca profundidad. Un día intentamos llegar hasta allá a pie. Cuando estábamos cerca, un amigo nos dio la cola. Una de las mayores diversiones consistía en lanzarse sobre un pozo desde un árbol.

En la noche encendíamos fogatas para cocinar algo, fumar y hablar hasta que alguien roncaba, indició que ya era hora de dormirse.

Carlos, amante de este riachuelo, le dedicó uno de sus claroscuros.


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