LAS MERCEDES DEL LLANO: MÁS DE UN SIGLO DE HISTORIA

LAS MERCEDES DEL LLANO: MÁS DE UN SIGLO DE HISTORIA
LIBRO DE EDGARDO MALASPINA.




LAS MERCEDES DEL LLANO Y SU HISTORIA

LAS MERCEDES DEL LLANO Y SU HISTORIA
2014

sábado, 19 de abril de 2025

PICAR TROYA.

 

LAS MERCEDES DEL LLANO Y SU HISTORIA.

PICAR TROYA.

Edgardo Rafael Malaspina Guerra

 


1

La Semana Santa era una mezcla de creencias, religiosas y supersticiosas. La abuela Matilde decía que las lluvias, unos días antes de iniciarse la Semana Mayor, era para que maduraran las ciruelas, y también para que salieran los morrocoyes.

En Semana Santa no todo era recogimiento y oración. Como en el Eclesiastés había un tiempo para cada cosa. Las actividades ociosas y divertidas, que terminaban con la quema de Judas, incluían juegos de mesa,  y competencias  a cielo abierto en la calle o en los patios de las casas.

2

Se jugaba al “trompito”, una variante del juego de los dados. Era una diversión dentro de la casa.

Picar Troya era una distracción  de jóvenes y adultos. Se picaba troya en la avenida. El juego, en realidad, es una variante de una guerra. “Arder Troya” es una expresión homérica. Está en la Ilíada. Pero los trompos existían antes de la llegada de los españoles. Nuestros indios jugaban al trompo y a la zaranda.

3

Antes de iniciar el juego de troya  se dibujaba un círculo en el suelo, y luego cada participante lanzaba su trompo. La idea era golpear el trompo que yacía sobre un círculo. Antes se había establecido el recorrido de la competencia. El trompo perdedor era maltratado  por los otros trompos. Recibía mazazos con la punta metálica del trompo castigador, sostenido por su propio guaral.

Antes podía pactarse el “perrito pegón, maceta”, es decir, si el trompo castigador dejaba su punta clavada sobre el trompo perdedor, se recurría a un objeto pesado para rematar la acción. Por lo general, el trompo perdedor terminaba dividido en dos partes.

4

Había trompos serenitos, cuyo baile era equilibrado y uniforme, como si bailasen un pasaje. Había también trompos “taratateros”, desajustados y estridente, como si bailasen un joropo recio.

5

Había trompos de fábrica, bien pintaditos con su respectivo cordel.  Pero también había trompos caseros, fabricados por manos expertos. Muchas veces no estaban pintados y lucían el color original de la madera con la cual los esculpieron. Se bailaba con un mecatillo. Cuando este tipo de trompos tenía gran tamaño se les dominaba “batata”.

6

Otro juego consistía en tomar un trompo en pleno baile y pasarlo a una mano para que siguiera su danza. El trompo también podía ser colocado sobre una uña, pero esto era  máxima destreza de prestidigitador. A Carlos nadie le ganaba en esta peculiar forma del juego de los trompos.

¡Cógeme ese trompo en la uña! Es una expresión para retar a una persona a cualquier cosa.

7

Bailar zarandas era un espectáculo de lujo muy concurrido. Las zarandas se hacía con calabazas secas, y bailarlas era cosa de maestros. A la zaranda en pleno baile se le lanzaba un trompo para tratar de romperla. Generalmente, los trompos eran las batatas.

Estas exhibiciones, mezcla de muy logrado arte  y talento natural, las vi en el patio de la tía Rogelia.

Nunca olvido el siguiente episodio. Había un señor que andaba en una bicicleta de reparto, no recuerdo su ocupación, que participaba en un juego de zarandas. Se llamaba Evaristo, y por sus labios pronunciados le decían “Evaristo El Trompú”, sobrenombre que no lo perturbaba. Un día alguien lanzó su batata a una zaranda. La batata rebotó y cayó sobre la frente de Evaristo El Trompú. Salió un hilo de sangre, lo que ameritó la muy oportuna intervención de don Cecilio Chire, quien le aplicó, según lo dijo él mismo, “una pellá de chimó”. Un tratamiento, de la medicina  alternativa, de evidente procedencia indígena.

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