LAS MERCEDES DEL LLANO Y SU HISTORIA.
EN AGUARO Y AGUA BLANCA.
Edgardo Rafael Malaspina Guerra.
1
La Semana Santa es tiempo para el ayuno, las
reflexiones, meditaciones filosóficas y las purificaciones a través de la
oración y los actos compasivos como las limosnas. El ejemplo nos lo dio Cristo
con su retiro de cuarenta días en el desierto.
Los humanos, de tiempo en tiempo, queremos compartir y
compenetrarnos con naturaleza. Queremos regresar allá, donde una vez estuvimos,
como quien quiere volver a su casa. Ya sea porque Dios nos creó en un jardín, o
porque en una selva, un animal, parecido al mono, se transformó en lo que ahora
somos.
Estos impulsos por hacer retiros en un bosque a la
orilla del mar o de un río se deben a
que todas las personas compartimos una misma historia desde tiempos
inmemoriales. El psiquiatra Carl Jung llamó ese fenómeno “el inconsciente colectivo”: por ejemplo, soñamos
que nos caemos, porque alguna vez estuvimos saltando de una rama a otra.
2
Los retiros de los mercedenses (aunque no tan
espirituales) eran y son todavía Aguaro y Agua Blanca.
3
El
Aguaro, junto a otros ríos, conforman uno de los parques más grandes del país. Tiene importancia turística por sus bellos paisajes. Tiene también importancia
científica por lo variado de su flora y fauna. Los ríos que lo cruzan son el
Mocapra, el San José, el Bartola, el Faltriquera, el Aguaro y el Guariquito que los recolecta a todos para
desembocar en el Orinoco.
Colgábamos
nuestros chinchorros a las orillas del río. Los días eran soleados, las aguas eran nuestro
refugio para soportar el calor. Aunque alguna vez nos cayó un palo de agua.
Una
vez hicimos campamento era una explanada poblada de árboles en cuyas ramas
gruesas colgamos los chinchorros.
Las
noches eran misteriosas por los aullidos incesantes de monos, los cantos de aves por encima de nosotros, pero
también provenientes de la oscura lejanía.
Las
aguas del Aguaro se movían mansamente y su tranquilidad solo la interrumpían los
saltos de los peces.
Una
noche hubo un alboroto: sobre alguien cayó una culebra, sin mayores
consecuencias que la del susto mismo.
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Una
mañana, muy temprano, uno de nuestros compañeros de excursión, se levantó, descolgó
su chinchorro, recogió su morral y salió hacia la carretera.
—¿Qué
pasa, a dónde vas?, indagamos.
—Soñé
que me había ahogado. Me voy a casa ¡La pinga!
Hay
gente que cree, a pies juntillas, en la premonición de ciertos sueños. Los seguidores
de la psiquiatría analítica lo llaman “sincronicidad”: el Universo envía
señales que es mejor tomar en cuenta. ¡Por si acaso!
5
Agua
Blanca, el otro destino durante la Semana Santa, era muy distinto a Aguaro,
pero también muy agradable, por sus aguas transparentes y su poca profundidad.
Un día intentamos llegar hasta allá a pie. Cuando estábamos cerca, un amigo nos
dio la cola. Una de las mayores diversiones consistía en lanzarse sobre un pozo
desde un árbol.
En
la noche encendíamos fogatas para cocinar algo, fumar y hablar hasta que
alguien roncaba, indició que ya era hora de dormirse.
Carlos,
amante de este riachuelo, le dedicó uno de sus claroscuros.