LAS MERCEDES DEL LLANO: MÁS DE UN SIGLO DE HISTORIA

LAS MERCEDES DEL LLANO: MÁS DE UN SIGLO DE HISTORIA
LIBRO DE EDGARDO MALASPINA.




LAS MERCEDES DEL LLANO Y SU HISTORIA

LAS MERCEDES DEL LLANO Y SU HISTORIA
2014

domingo, 7 de septiembre de 2025

LA CAMPAÑA DE ALFABETIZACIÓN CON EL LIBRO DE JUAN CAMEJO.

 

 

MEMORIAS MERCEDENSES

LA CAMPAÑA DE ALFABETIZACIÓN CON EL LIBRO DE JUAN CAMEJO.

 

Edgardo Rafael Malaspina Guerra

 


1

En 1970, cursaba sexto grado de primaria en el Grupo Escolar Monseñor Rodríguez Álvarez de Las Mercedes del Llano. Un día la maestra Dalila nos dijo que en el marco de la campaña de alfabetización para adultos había seleccionado a unos cuantos alumnos para que tomaran parte en ella.

Primero hizo una encuesta exploratoria  para averiguar si los alumnos teníamos padres analfabetos, para empezar por  casa.

Uno de nuestros compañeros contestó:

—Mamá sabe escribir, pero no sabe leer.

Nos pareció rara esa respuesta.

2

Nos dieron instrucciones para encontrar a nuestros posibles estudiantes adultos. Las Prieto eran unas ancianas solteronas que tenían una bodega  con mercancía colocada en estantes antiguos de madera, mostrador bien alto, nevera de kerosén y frascos bocones llenos de caramelos. A ellas visité de primero porque me constaba que eran analfabetas.

Le expliqué a doña Concha, la mayor de las Prieto, lo de mi misión. Le pregunté si se  enrolaría para que aprendiera a leer. Me contestó a su vez con una pregunta:

—¿Para qué quiero saber leer, si yo sé contar que es lo más importante para mí?

 

Efectivamente, Concha era una experta contando monedas para dar el vuelto. Si uno compraba víveres por tres bolívares y pagaba con un fuerte de plata (cinco bolívares), ella sacaba cinco monedas, de un bolívar cada una, de un bolso de tela  que cargaba como delantal y los colocaba sobre el mostrador. Luego, empujaba hacia el comprador  dos monedas, y las restantes  iban a su marusa.

3

Me dirigí a Columba, la menor, siempre quejándose de sus dolores artríticos y con fama de ser excelente cocinera.

Su respuesta fue contundentemente   lacónica:

—¡Loro viejo no aprende hablar!

4

Salí de la bodega y dirigí mis pasos hacia una tercera candidata, cuyo nombre no recuerdo, pero si que tenía dos muchachos pequeños. Ella aceptó la propuesta con mucho gusto.

Luego de una inducción me entregaron un libro de Juan Camejo, unos cuadernos y unos lápices. Le di todo ese material a mi adulta pupila, y le dije:mañana empezamos.

5

Al siguiente día me presenté para la primera clase. Ella, en vez de saludarme, me mostró el libro de Juan Camejo y me dijo: Mire lo que hicieron mis hijos cuando yo estaba en el trabajo.

El libro de Juan Camejo tenía rayas, de todos los colores,  en la portada y en todas las páginas, que parecía un álbum con  pinturas cinéticas de Jesús Soto.

Sin embargo, el texto se distinguía entre ese rayero, y la señora,  después de un tiempo y gracias a Dios, aprendió a leer.

Ella estaba orgullosa, y yo también.

 

Fotografía de Alfonso Javier Malaspina Guerra: La bodega  de las Prieto.

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