MEMORIAS
MERCEDENSES
LA
CAMPAÑA DE ALFABETIZACIÓN CON EL LIBRO DE JUAN CAMEJO.
Edgardo
Rafael Malaspina Guerra
1
En
1970, cursaba sexto grado de primaria en el Grupo Escolar Monseñor Rodríguez
Álvarez de Las Mercedes del Llano. Un día la maestra Dalila nos dijo que en el
marco de la campaña de alfabetización para adultos había seleccionado a unos
cuantos alumnos para que tomaran parte en ella.
Primero
hizo una encuesta exploratoria para averiguar si los alumnos teníamos padres
analfabetos, para empezar por casa.
Uno
de nuestros compañeros contestó:
—Mamá
sabe escribir, pero no sabe leer.
Nos
pareció rara esa respuesta.
2
Nos
dieron instrucciones para encontrar a nuestros posibles estudiantes adultos.
Las Prieto eran unas ancianas solteronas que tenían una bodega con mercancía colocada en estantes antiguos
de madera, mostrador bien alto, nevera de kerosén y frascos bocones llenos de
caramelos. A ellas visité de primero porque me constaba que eran analfabetas.
Le
expliqué a doña Concha, la mayor de las Prieto, lo de mi misión. Le pregunté si
se enrolaría para que aprendiera a leer.
Me contestó a su vez con una pregunta:
—¿Para
qué quiero saber leer, si yo sé contar que es lo más importante para mí?
Efectivamente,
Concha era una experta contando monedas para dar el vuelto. Si uno compraba
víveres por tres bolívares y pagaba con un fuerte de plata (cinco bolívares),
ella sacaba cinco monedas, de un bolívar cada una, de un bolso de tela que cargaba como delantal y los colocaba sobre
el mostrador. Luego, empujaba hacia el comprador dos monedas, y las restantes iban a su marusa.
3
Me
dirigí a Columba, la menor, siempre quejándose de sus dolores artríticos y con
fama de ser excelente cocinera.
Su
respuesta fue contundentemente lacónica:
—¡Loro
viejo no aprende hablar!
4
Salí
de la bodega y dirigí mis pasos hacia una tercera candidata, cuyo nombre no
recuerdo, pero si que tenía dos muchachos pequeños. Ella aceptó la propuesta
con mucho gusto.
Luego
de una inducción me entregaron un libro de Juan Camejo, unos cuadernos y unos lápices.
Le di todo ese material a mi adulta pupila, y le dije:mañana empezamos.
5
Al
siguiente día me presenté para la primera clase. Ella, en vez de saludarme, me
mostró el libro de Juan Camejo y me dijo: Mire lo que hicieron mis hijos cuando
yo estaba en el trabajo.
El
libro de Juan Camejo tenía rayas, de todos los colores, en la portada y en todas las páginas, que
parecía un álbum con pinturas cinéticas
de Jesús Soto.
Sin
embargo, el texto se distinguía entre ese rayero, y la señora, después de un tiempo y gracias a Dios,
aprendió a leer.
Ella
estaba orgullosa, y yo también.
Fotografía
de Alfonso Javier Malaspina Guerra: La bodega
de las Prieto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario