HACIA LAS FIESTAS PATRONALES DE LAS
MERCEDES, PUEBLO DE LLANO Y MONTE.
Edgardo Rafael Malaspina Guerra
1
En
mis tiempos estudiantiles en el Liceo Roscio, en una ocasión viajaba a Las Mercedes con motivo de sus fiestas
patronales. Una de las pasajeras era una señora mercedense que vivía en
Caracas, y tenía más de veinte años que no visitaba el pueblo.
El
chofer era el señor Agustín Contreras, uno de los dos conductores que
realizaban el trayecto San Juan de los Morros-Las Mercedes del Llano, y viceversa.
Cuando
íbamos llegando a Roblecito, caserío cercano al pueblo, la señora dijo con
cierto desdén:
—¡Huele
a monte!
Inmediatamente,
don Agustín le ripostó de manera muy decente y con mucho orgullo y gallardía:
—Señora,
cierto, huele a monte, y eso quiere decir que usted está respirando aire puro.
Alégrese de que ya no respira el aire contaminado de la ciudad.
¡Bienvenida
al monte de Las Mercedes! Remató don Agustín con cierto dejo de humor e ironía.
2
Bolet
Peraza dice que el monte es un gigante que con su altiva cumbre al cielo, inspira ideas de dignificación, si quien lo mira sabe ascender con él
en espíritu.
Desde
la distancia contemplo mi pueblo a través del prisma del recuerdo y la nostalgia,
y levito sobre sus predios para poetizarlo.
3
Las
Mercedes es monte y llano con sus respectivos potreros. ¿Quién de nosotros no ha
participado, de alguna manera, en las bregas diarias de nuestros campos?
Todas
las mañanas, mi madre me daba una jarra y decía:
—Vaya
a comprar la leche, allá donde Fausta, en la calle “El ganao”.
4
La
gente se trasladó del monte para fundar pueblos. Pero se trajo las sabanas con
todas sus costumbres y labores. Es por eso que en nuestras poblaciones hay una
calle “El ganado”. Allí, en una esquina del mapa pueblerino, estaban los
corrales, el ganado pastando o reposando con la caída de las sombras y los
cantos de los ordeñadores en las madrugadas entre mugidos.
Más
de una vez me correspondió transitar entre bostas para hacer el mandado
mañanero de comprar la leche recién ordeñada en la calle El Ganado, un pedacito
del llano infinito.
5
Víctor
Manuel Ovalles en su famoso libro “El
llanero” afirma que el hombre de nuestros montes ha tenido que luchar con una
naturaleza imponente y agreste en un territorio de hermosos y dilatados horizontes, pero siempre expuesto a muchos
peligros. “Por ello la poesía, que inspira la solitaria pampa a su habitador,
refleja antes que todo el valor, la destreza, la agilidad y la astucia del hijo
de las llanuras”.
6
Existe
una interacción dialéctica del llanero
con su tierra, plasmada en una imagen que puede ser, simbólicamente, la de un becerrero cumpliendo sus tareas
consuetudinarias entre establos, aperos y canturreos, la más genuina poesía del
ordeño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario