MEMORIAS MERCEDENSES
LA CASONA DE LOS MALASPINA -GUERRA.
Edgardo Rafael Malaspina Guerra
1
Un día papá nos dijo que nos mudaríamos a la avenida
para la casa donde vivió Mamavira. Era una casona, cuya fachada e interiores
ha cambiado con las distintas remodelaciones. La casona original, estaba y está en el centro de la ciudad. Sus límites
eran el negocio de Mario, el portugués, por el frente(Avenida Bolívar de por
medio); y la bodega de Manuel Belisario, lateralmente (Calle Cedeño).
2
La entrada de la casona, ocupada hoy por la carnicería
de Edgar, tenía un porche con unas gruesas columnas de madera, en cuyo lado
izquierdo estaba una mata de cerezas; un jardín con muchas plantas, de las
cuales la más grande era un árbol de caucho con sus grandes hojas y sus
prominentes raíces que levantaban la acera.
3
La puerta de entrada era de madera con dos hojas y
tenía dos ventanales, tipo colonial, también de dos hojas. El techo era de tejas, y su peso hizo inclinar toda la casa hacia
adelante, lo que ameritó la colocación de dos tubos horizontales entre las paredes para corregir la desviación.
Esos tubos de hierro los llamaban “perros”, en clara alusión a la unión sexual
de esos animales.
4
En la sala estaban unos muebles de paleta que trajo la
tía Carolina. Dos de esos muebles eran mecedoras. En el centro colocaron una
mesita cubierta con un pañito de fibras de nailon, tejido por la propia
Mamavira. En una esquina estaba un televisor de cuatro patas, cuya antena
estaba en el patio. Esa antena había que girarla, de cuando en cuando, para que
desaparecieran las rayas que impedía ver la programación. La tía Carolina
sugirió colocar un cenicero de cobre en forma de hoja, como cuña, para estabilizar
el tubo. Ese cenicero, decía la tía Carolina, había pertenecido al tío Chichí.
En la pared lateral colgaba un reloj de madera, que
repicaba para dar la hora. Esos repiques llevaban la pátina del misterio de las
campanas que irrumpen en el silencio de las noches.
La sala tenía dos puertas con cortinas. Una daba al
corredor, y a otra comunicaba con el cuarto de nuestros padres.
5
En el cuarto de nuestros padres estaban dos camas, un chinchorro, una mesa con
un libro de los rosacruces de papá y un altar con iconos y estatuillas de santos,
iluminado siempre con una vela. En la esquina del chinchorro de papá colgaban los retratos de Mamavira y la tía
Luisa Antonia.
Este cuarto comunicaba con el de la tía Carolina con
su respectivo escaparate que guardaba sus tesoros, para obsequiar en sus viajes, bajo cuatro
llaves. Un retrato del tío Chichi estaba cerca de la ventana.
6
El corredor se convertía en dormitorio durante la
noche. Allí colgábamos los chinchorros, todos los varones. Frente a la cocina estaba el comedor. En
tiempos de Mamavira la cocina estaba al lado y tenía una ventanilla paras pasar
los platos servidos al comedor, que estaba allí donde se ubicaba la cocina
cuando llegamos.
La cocina de Mamavira tenía un mesón de cemento con
varios fogones con sus respectivas topias. Allí encontré, entre cenizas, un
viejo libro con recetas culinarias, en italiano, que claramente perteneció a
Mamavira. Lo cierto es que yo solo contemplaba en ese libro,
sin tapas y con sus hojas desencajadas,
unas patas de rana.
Más
tarde, cuando estudié fisiología, supe que la preferencia culinaria (por esos
batracios y sus ancas) de los italianos
permitió a Luis Galvani descubrir la naturaleza eléctrica del impulso nervioso.
Habló al principio de electricidad animal. Volta lo refutó, y estas discusiones
científicas permitieron la creación de
la pila eléctrica.
7
Nuestra casona ocupa un sitial importante en los
anales de nuestro pueblo, porque sus aposentos acogieron humildemente, pero de
manera cálida y generosa a muchos artistas de relevancia nacional durante las
veladas bailables de las fiestas patronales que en otros tiempos fueron motivo
de elogios en los medios de comunicación
por sus eventos variados y fastuosos.
Por nuestra casa desfilaron cantantes de las grandes orquestas del momento como la Billo's Caracas Boys, Los Melódicos y Dimensión Latina.
Nota: En una fotografía de Edgar se muestra parte del
porche de la antigua casona.
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