MEMORIAS MERCEDENSES.
RITUALES DE SEMANA SANTA EN MIS EVOCACIONES
INFANTILES.
Edgardo Rafael Malaspina Guerra
1
La Semana Santa era y sigue siendo tiempo para la
reflexión y el recogimiento espiritual. Con la bendición de los ramos se
iniciaba la conmemoración religiosa. Seguían las misas, y las procesiones con la escenificación del Vía Crucis.
Todo era solemnidad. Un Jueves Santo vimos como el “comisionado
del trabajo”, un señor parecido a Quincy Magoo, el personaje de los dibujos
animados con problemas de la vista, bajó de su carromato y mandó a cerrar todos
los negocios del pueblo. Se paró cerca de las acacias de la avenida, y vociferó
a los cuatro vientos: ¡Pecadores, no respetan la memoria del hombre más grande
de la humanidad! ! Hoy es un día sagrado, nadie debe trabajar!
2
En la casa, mamá escuchaba la Pasión de Cristo por Radio
Rumbos. Arquímedes Rivero interpretaba a Jesús. Yo decía para mis adentros: ¡Caramba,
Cristo es bondad y amor! No pudo hablar así, como habla Arquímedes Rivero, en
ese tono soberbio y arrogante, parecido
al de un héroe vengador y cruel. Bueno, eso pensaba el niño que era yo.
3
Nosotros asistíamos al Cine Las Mercedes para ver,
invariablemente, dos películas. La primera era una versión de la vida de Cristo,
que por ser muy vieja se interrumpía de tiempo en tiempo porque el rollo se partía. Entonces debíamos
esperar que Polo o Pelón, los proyeccionistas de aquellos lejanos días, empataran
la cinta. Claro, en ese interin, los cinéfilos formábamos un escándalo. Por
estas razones (las interrupciones por la fragilidad del rollo y los chiflidos de
los asistentes) comparo al Cine de Las Mercedes con Cinema Paradiso, la inmortal
película italiana llena de ternura y nostalgia.
La otra película era “Marcelino, pan y vino”. Es un
filme muy triste, pero nos atraía por la amistad que se establece entre un niño
y el propio Cristo. A Carlos le gustaba hablar de esta película.
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