EL
POETA Y PINTOR FELIPE RODRIGUEZ O LA
EPILESIA COMO UNA OPORTUNIDAD PARA EL ARTE
Edgardo
Malaspina
Conocí a Felipe Rodriguez hace muchos a atrás
en las calles de San Juan. Yo estudiaba en el Liceo Juan Germán Roscio y Felipe
me comunicó que estaba en campaña para
que nuestra capital adquiriera la jerarquía
de ciudad universitaria. Vestido de campesino, cargado de libros hasta más no
poder, pronunciaba una retahíla de versos a favor de la creación de una casa de
estudios universitarios genuinamente sanjuanera. Desde entonces cada vez que lo
veo no puedo evitar asociarlo al alma mater galleguiana.
Felipe , nacido en Las Mercedes del Llano, es
un artista a tiempo completo. Su radio de acción es amplio: es cronista cada
vez que reseña la vida de algún personaje regional o nacional; es poeta con
muchos libros publicados; es un gran recitador de versos propios y ajenos y su
presencia en los actos culturales es garantía de que la velada estará animada
con su muy fino humor pueblerino; y es
catalogado por los entendidos en la materia como uno de los pintores
ingenuos más destacados del país. Pero además es un gran contertulio, de esos
que emiten su opinión sobre cualquier tema del acontecer nacional sin pensarlo
dos veces, porque su alma pura no da para recelos, malicias y cálculos : él es
su palabra.
Felipe
me entrega un poemario inédito. Lo leo y lo releo. Trata de muchos personajes:
poetas, escritores , historiadores y médicos. Allí están Pedro Berroeta, Armas
Chitty, Argenis Rodriguez y el sabio Torrealba. Por sólo nombrar algunos. Pero
estos versos de Felipe no se pueden leer sin hablar de algunos aspectos médicos
asociados a su persona. Su poesía no se puede ubicar en el contexto de las
clasificaciones aceptadas para analizar los textos líricos en general.Tomemos
como ejemplo las siguientes estrofas:
Por
José Francisco Torrealba
descubierto
lo es inmortal
le
produce el mal de chagas
el
chipo fatal animal.
él
es científico bolivariano
de
Santa María de Ipire
escritor
sabio venezolano
del
Guárico al mundo vive.
Toda
la obra poética de Felipe está enmarcada en ese estilo. Allí no sobra nada,
pero tampoco falta. Esa es su manera de ver el mundo. Aceptarla tal cual
es la mejor forma de entender su alma, su corazón y su cerebro. Felipe ve las
cosas así. Su mundivisión peculiar es producto de su condición de paciente epiléptico. Condición que no
merma en nada sus facultades intelectuales. Muy por el contrario, las refuerza.
Recordemos a hombres epilépticos que dejaron honda huella en la Historia:
Sócrates (muy citado por Felipe, por cierto. ¿Por qué será?) , el más humano de
los hombres, trazó los límites de nuestros actos con sus preceptos éticos.
Alejandro Magno no tiene parangón en el ámbito militar. César marcó a todos los
gobernantes del mundo. San Pablo difundió la obra de Cristo sin detenerse ante
los obstáculos. Juana de Arco le dio valor a todo un pueblo. Moliere
revolucionó el teatro. Napoleón cambió el mapa de Europa. Byron deslumbró con
sus versos. Helmholtz , físico y médico, inventó instrumentos, como el
oftalmoscopio, que iluminaron el camino a seguir en la medicina apoyándose en
aparatos para buscar la enfermedad. Flaubert nos dejó una novelística inmortal.
Dostoyevski esperaba un ataque epiléptico para inspirarse y escribir sus
novelas e indagar en la psicología humana. Van Gogh pintaba mejor en pleno
trance epiléptico, igual que nuestro Reverón. Pedro I trazaba sus planes para engrandecer a Rusia
entre ataques epilépticos. José Antonio Páez también era epiléptico y eso no le
impidió ganar batallas, ser presidente de Venezuela, escribir su autobiografía,
aprender idiomas, pintar, tocar el
piano, componer música y cantar.
La
obra poética de Felipe Rodriguez exige
que se le analice sin superficialidades
porque ella está en el límite de la literatura y la medicina, una
frontera demasiado amplia y complicada
pero muy atractiva para ser
investigada.
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