DON FÉLIX VARGAS, EL ALGEBRISTA
Edgardo Malaspina
En 1777 Lorenzo Campins y Ballester, fundador de
los estudios médicos en Venezuela y creador del Protomedicato (institución que
controlaba todo lo referente a la salud en la época colonial) hizo una especie
de censo para evaluar a los que ejercían la medicina y constató que había médicos graduados
(físicos), herbolarios, parteros, ensalmadores, boticarios, especieros y
cirujanos. Estos últimos tenían su propia clasificación: latinos (estudiaban en
latín), romancistas (estudiaban en castellano, una de las lenguas romances),
flebotomistas o barberos sangradores (la sangría era un método muy usado) y
algebristas. El término para definir a este último profesional proviene del
árabe (álgebra: reducción, cotejo) y sirve para designar a ciertos matemáticos,
pero también a los que curaban huesos dislocados, porque en ambos casos al
encontrar la incógnita las cosas quedan en su lugar.
Sirvan estos prolegómenos para
referirme a don Félix Vargas, recientemente fallecido y quien por mucho tiempo
se dedicó en Las Mercedes del Llano al arte de “sacar falseaduras (luxaciones)
y torceduras de huesos”, labor que lo convierte en un digno y legítimo descendiente de los algebristas del
periodo colonial. Muchos mercedenses con algún trauma óseo fuimos auxiliados en
más de una ocasión por las hábiles manos de don Félix Vargas, quien podía
precisar cuando la solución estaba es su arte o en las de un traumatólogo:
diferenciaba,
“quebraduras”, fisuras o “falseaduras”. Con su actitud honesta y siempre presta para
ayudar al necesitado de su oficio cumplía con el consejo de la Organización
Mundial de la Salud de recurrir a los empíricos, en ausencia de los profesionales
correspondientes, que cumplan con el
mandato hipocrático de “primum non nocere” (lo primero es no hacer
daño).
Don
Félix nació (20 de enero de 1930) en San Sebastián de los Reyes, ciudad
históricamente fundamental para el
desarrollo de los llanos y de donde provienen muchos pobladores de Las
Mercedes. De su padre, don Roque Jacinto Vargas, heredó
el aspecto físico y el arte de sanar huesos; mientras que de su madre, doña
Daria Reyes, le viene el carácter bondadoso y la predisposición de hacer el
bien al prójimo.
Llegó al pueblo en 1953 tras las buenas nuevas del espejismo
petrolero. Allí trabajará, tendrá varias esposas y procreará 17 hijos. Además
de algebrista fue “toero” con un diapasón de ocupaciones que iban desde la
albañilería hasta el comercio al frente de mostradores de bodegas y bares. Fue
muy famoso su negocio “Flor de patria”, pero más aún el bar con ese mismo
nombre, siempre concurrido porque vendía la cerveza a real y medio (75
centavos) cuando todos los otros expendios la tenían a un bolívar, precio poco atractivo para los
bolsillos estudiantiles.
Don
Félix consideraba que su arte de sobador
era un don de Dios y lo ejercía a la manera de los periodeutas griegos: iba a
la casa del necesitado sin más aperos que sus diestras manos, el palo de arco,
la morrona y sus oraciones.
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